Una vez nació un niño llamado Adrián G. –un superniño- que un día se fue de excursión a Barranda y entró en el Museo de Música Étnica. Pero allí se encontró con la profesora Malvada. Maltrataba a los niños, les hacía limpiar el museo hasta la mínima mancha. También les hacía comer salchichas manchadas de excrementos de caballo. Pero… ahí estaba Adrián G. el que salvará a los niños.
La profesora Malvada le dijo a Adrián G.:
- Trabaja y luego comerás.
Y Adrián G. le respondió:
- ¡Noooooooo!
La profesora le preguntó:
- ¿Por qué no quieres?
El superniño le dijo:
- Porque no quiero. ¿Por qué no trabajas tú que no estiras ni la mísera mano?
La profesora Malvada le gritó:
- Porque aquí mando yooooooo.
Adrián G. le replicó:
- ¡No vales para nada!
Entonces la profesora fue a por Adrián G. como una bestia parda y Adrián G corrió tanto que casi pierde los pies. Siguieron corriendo pasaron por cuevas aterradoras por ríos con peces terroríficos. Ya no había más camino. Tenían que luchar hasta que uno cayera. La profesora se acercó peligrosamente, se resbaló con un excremento de caballo y Adrián G. ganó la batalla y liberó a los esclavos del Museo de la profesora Malvada.
Adrián G.
Había una clase de 23 niños que iban a quinto de primaria. Un día decidieron organizar una excursión a Barranda a un museo de música y después del museo, a Caravaca de la Cruz a las Fuentes del Marqués.
El día de la excursión llegaron al colegio y de ahí partieron a Barranda. En el museo todo bien. Visitaron el museo, vieron instrumentos que no habían visto en su vida, acompañados de la guía y tres monitores. Al salir del museo almorzaron y partieron hacia Caravaca de la Cruz, pero lo que no sabían era que no iban a volver a la hora indicada a casa.
Cuando llegaron comieron allí.
Después partieron a hacer senderismo. Pero un despiste de los monitores y… se perdieron.
Buscando el camino por el que habían venido se encontraron con un oso que tenía mucha hambre. Se pusieron a correr y encontraron una cueva con muchos pasadizos. Por suerte había uno muy estrecho por el que pudieron entrar los niños pero no el oso. Entraron a un gran túnel y, una vez que el peligro parecía haber desaparecido, fueron a conocer un poco más ese lugar.
Encontraron un árbol con bellotas y las utilizaron para ponérselas de collar y estar alertas por si se perdía alguien del grupo ya que a cada collar le pusieron un número.
Después cogieron más bellotas por si pasaban hambre.
Por suerte había un río que les proporcionaba agua. Así que, perfecto, tenían el alimento que eran las bellotas, casa que eran las cuevas y agua que era la del río. Tenían todo lo que necesitaban para sobrevivir.
Bueno, la verdad es que no lo pensaron muy bien: El agua era de un río turbio con tierra, en la cueva había murciélagos y otros seres vivos que no se veían bien y las bellotas eran de las ardillas de toda la vida.
Por mala fortuna las ardillas les atacaron. Pero mira por dónde encontraron un pasadizo secreto del Marqués que estaba debajo del río.
¡Al fin! ¡Esa era la salida!
Bueno era la salida… del pueblo. El camino les llevó a la otra punta de Caravaca. Para llegar hasta el autobús tuvieron que andar decenas de kilómetros. Después de tres días y tres noches andando por Caravaca y alrededores sin cesar, por fin encontraron a una amable conductora que les llevó hasta San Pedro del Pinatar, a sus casas.
Esto que os cuento ocurrió no hace mucho y estuvieron perdidos cuatro semanas.
Rocío Rivera
La excursión
¡Hoy nos vamos de excursión! Mis amigos y yo nos íbamos a ir a Barranda para ver el museo de la música y las Fuentes del Marqués. Cuando nos subimos al autobús ¡se transformó en una nube! Y al instante… ¡ya estábamos en Barranda! Allí nos esperaban unos monitores que nos guiaron hasta el Museo de la Música. Allí nos explicaron cómo se llamaban y se tocaban los instrumentos. Lo que más nos gustó a casi todos fue el tambor hecho con piel de ballena, pero luego, antes de salir, mis amigos y yo nos quedamos encerrados y el tambor nos persiguió rodando por todo el museo. En un momento, el tambor hizo un sonido muy raro y… ¡aparecieron todos los instrumentos acorralándonos!
Se preparaban para atacarnos. Adrián nos dijo: ¡Agachaos! Los instrumentos chocaron unos contra otros y se rompieron. De repente se abrió la puerta y pudimos salir. Todos respiramos. ¡Qué susto! Y nos fuimos a las Fuentes del Marqués. Para nuestra sorpresa, con los restos de los instrumentos destrozados, se fue formando un gigante con brazos y piernas. El monstruo vino en busca de nosotros.
Cuando llegamos a las Fuentes del Marqués, fuimos por un camino hasta las cuevas. Allí nos pusimos a buscar la salida. Ya estábamos a punto de salir cuando… El gigante de los instrumentos nos tendió una emboscada…
Juan